Casi 6 millones de hectáreas permanecen bajo agua y las pérdidas ya superan los u$s2.000 millones, justo cuando la campaña prometía resultados excepcionales.
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Inundaciones en Buenos Aires: casi seis millones de hectáreas de campo bajo el agua y pérdidas cercanas a u$s2.000 millones
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Las inundaciones en Buenos Aires generaron pérdidas multimillonarias.
Trigo récord, pero con pérdidas masivas en la zona inundada
Las proyecciones privadas a nivel nacional de trigo rondan los 24 millones de toneladas, lo que representaría el mayor volumen de la historia para el cereal. De hecho, la BCR anticipa para la región núcleo una producción de 8 millones de toneladas con un rinde promedio de 50,4 quintales por hectárea, lo que confirma que el cultivo logró su mayor potencial en amplias zonas del país.
En Sanford y María Susana, los ingenieros aseguran que el trigo atraviesa una campaña “excelente”, con rindes esperados en torno a 60–65 qq/ha y sin presencia de enfermedades significativas. Ese escenario refleja cómo el comportamiento del clima fue ideal para consolidar el potencial del cultivo en el centro del país.
Buenos Aires corre riesgo de perder superficie para la gruesa
A diferencia de la campaña fina, la gruesa todavía no tiene rindes para evaluar, sino buenas expectativas. Según datos de la BdeC, la soja cubre apenas el 12,9% del área nacional proyectada, con una demora interanual de 7,4 puntos porcentuales, y esa diferencia se explica fundamentalmente por la situación crítica de Buenos Aires.
En el norte bonaerense, las máquinas no logran avanzar por falta de piso y caminos cortados, un problema que ya recorta el área disponible para la siembra. Técnicos de campo advierten que entre 20% y 30% de los lotes podrían quedar sin sembrarse en distritos como Rojas, Junín, Salto o Chacabuco, donde las lluvias no dan tregua.
En la región núcleo, en cambio, el ritmo es otro. El avance de la soja alcanza el 55% y la siembra mantiene la ventana óptima en la mayoría de los departamentos productivos. Pero incluso dentro de la misma región empiezan a aparecer señales de alerta: en Río Tala, por ejemplo, los técnicos reportan que la soja avanza apenas entre 30 y 40%, debido a lluvias persistentes que también demoran la cosecha de arveja.
El maíz temprano muestra un avance nacional del 36,6%, y un 76% del cultivo implantado se encuentra entre Bueno y Excelente, frente al 29% del año pasado. Pero, nuevamente, ese optimismo es relativo: las áreas inundadas de Buenos Aires podrían perder más de 200.000 hectáreas, ya sea por falta de piso, anegamientos persistentes o por decisiones de manejo ante la imposibilidad de sembrar en tiempo y forma.
El comportamiento regional plantea una pregunta clave para el ciclo: no solo cuánto rendirá la gruesa, sino cuánto podrá sembrarse realmente en la provincia más castigada por el exceso hídrico.
Pérdidas económicas y riesgo estructural
Las consecuencias económicas ya superan los u$s2.000 millones, según estimaciones privadas y podrían alcanzar los u$s3.000 millones si el clima no se estabiliza antes de diciembre. El recorte de superficie, el costo hundido de labores previas y los daños en caminos rurales afectan no solo la producción, sino también la logística, la provisión de insumos y la actividad general de las economías del interior.
En tanto, el meteorólogo Leonardo De Benedictis, experto de Meteored, detalló que “entre jueves y viernes regresará la inestabilidad al centro y norte del país, con lluvias moderadas y chaparrones aislados que no alcanzarían la magnitud del último temporal”. Aun así, advirtió que en las zonas con suelos saturados —incluyendo el norte y centro-oeste bonaerense— algunas precipitaciones leves podrían agravar los excesos hídricos y demorar aún más las tareas de siembra y cosecha.
Por eso, el desafío para el agro argentino es enorme: parte del país disfruta rendimientos extraordinarios, mientras otra parte enfrenta pérdidas que redefinirán el volumen final y el ingreso de divisas en 2026. Esta campaña será recordada como el año en que la abundancia y la devastación convivieron en un mismo ciclo productivo, con el agua como motor y, a la vez, como amenaza estructural.



