La realidad insufló un ventarrón de inflación intensa que no estaba en los papeles y desordenó visiblemente las convicciones. ¿Habrá que archivar la baja de tasas de septiembre?
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Donald Trump continúa los ataques al titular de la Fed, Jerome Powell.
Imagen creada con inteligencia artificial
Dato negativo
Atención: lejos de la influencia directa de los aranceles, afloró una sorpresa negativa importante. Los servicios (ex energía y vivienda) se encarecieron notablemente. Los transportes y cuidados médicos treparon 0,8%. Es una luz amarilla si se repara en que más de la mitad de la canasta de consumo registró variaciones (anualizadas) a un ritmo superior al 3%. Hay que recordar que la meta de inflación es 2% y que la FED está en offside desde 2021. La convergencia a la meta se interrumpió. La inflación al consumidor arroja un aumento interanual de 2,7%, la versión núcleo escaló a 3,1%, y la mediana se mantiene imperturbable hace meses en 3,6%.
Pero lo que sacudió la modorra fue el salto de la inflación al productor: 0,9% en julio (si bien venía de cinco meses de suma quietud). Los servicios volvieron a dar la nota con un brinco de 1,1%. El plato fuerte fue el aumento de 2% en los márgenes de comercialización. La pregunta es obligada. ¿Quién pagará la suba de aranceles? Los precios de importación antes de impuestos subieron 0,4%. O sea, los extranjeros no se hacen cargo como dice Trump. Las grandes sumas de dinero que inflan las arcas del Tesoro (sin impedir un incremento de 20% del déficit fiscal en julio) no son un maná que viene del exterior. Y, si los comercios minoristas y mayoristas engrosan sus márgenes como hicieron en julio, es obvio que los consumidores terminarán abonando la cuenta. Quizás por eso volvieron a deprimirse en la última encuesta de la Universidad de Michigan. ¿Qué inflación ven para los próximos 12 meses? En junio era 4,5%. Ahora, 4,9%. Se sabe que siempre exageran, pero no se los puede ignorar alegremente.
Así las cosas, las opiniones dentro de la FED están divididas. No todos favorecen una reducción de tasas de inmediato (aunque hay dos anotadas en el mapa de puntos para antes que termine el año). “Existe una nota de inquietud a partir de los últimos datos de inflación al consumidor y al productor”, remarcó Austan Goolsbee, titular de la FED de Chicago (y con voto en la rotación actual). Otro presidente de distrito, y que también vota este año, Jeff Schmid, de la FED de Kansas City, fue categórico. “Anticipo un efecto moderado de los aranceles sobre la inflación, pero lo veo como un signo de que la política monetaria está bien calibrada y no como una señal de que deba relajarse”. Su sesgo puede ser restrictivo, pero no demasiado. “Con los precios de las acciones cerca de sus máximos y los spreads crediticios de los bonos cerca de sus mínimos”, no ve ninguna evidencia de que la política monetaria apriete en exceso.
¿Qué cabe esperar? Un retoque de un cuarto de punto el 17 de septiembre. Quizás otro sería el desenlace si los bonos largos no hubieran hecho mutis por el foro. La baja se presentará como una decisión puntual, una aspirina preventiva destinada a evitar la anemia que despunta en el mercado de trabajo. Será también, sin enfatizarlo, una moneda de cambio para preservar la comunión en el seno de la FED. ¿Nos hará un guiño Powell el viernes en el simposio de Jackson Hole? Lo hizo el año pasado, antes de estrenar la poda de tasas en plena campaña electoral, a lo grande, con un hachazo sorpresivo de medio punto. Hoy no sería prudente. Ni necesario con los mercados de fiesta. Powell debe esperar la información de empleo e inflación de agosto antes de anunciarlo. Lo que ocurrirá después de Jackson Hole. Por cierto, puede sugerir la baja de tasas con claridad en un marco condicional. Pero es mucho pedir que le dé una calurosa bienvenida a libro cerrado, bajo el coro de reclamos del presidente (que no se dará por satisfecho), y sin la debida coartada de la data más reciente.




