Multicampeón con diversos equipos grandes del ámbito local, el exjugador de la albiceleste hizo una confesión que sorprendió a todos.
Fue campeón del mundo con Argentina, pero se alejó del deporte con 29 años.
Oscar «El Negro» Ortiz y su paso por el fútbol
Ortiz debutó en San Lorenzo en 1971, con solo 17 años, y jugó cinco temporadas en el club de Boedo. Durante ese tiempo, logró un hito histórico al consagrarse campeón tanto del Torneo Metropolitano como del Nacional en el mismo año, algo que marcó un antes y un después en la historia del club.
En 1976, probó suerte fuera de Argentina y se unió al Gremio de Brasil, donde su rendimiento fue más bien discreto. Esto lo llevó a regresar al país al año siguiente, cuando se incorporó a River Plate. Durante su paso por el «Millonario», Ortiz brilló y obtuvo cinco títulos locales. Su destacada actuación le valió un lugar en la selección argentina, siendo uno de los elegidos por César Luis Menotti para disputar el Mundial de 1978, donde jugó seis partidos y fue titular en la final contra Países Bajos.
Tras su exitoso paso por River, en 1981 recaló en Huracán, donde jugó durante un año. Luego, llegó a Independiente, equipo con el que ganó el campeonato de Primera División en 1983, el mismo año en que decidió retirarse del fútbol a los 29 años.
Un detalle curioso de su carrera ocurrió cuando jugaba en San Lorenzo: tras una gira europea del «Ciclón», el Real Madrid se interesó en él, pero los dirigentes del club frenaron la operación, truncando lo que podría haber sido una gran oportunidad internacional para el jugador.
Su vida después del retiro
Después de su retiro, Ortiz trabajó un tiempo en las divisiones inferiores de San Lorenzo, pero con los años se fue alejando del fútbol. Actualmente, tiene un gimnasio en Parque Chacabuco, donde encontró paz y tranquilidad luego de su increíble carrera.
Gracias a los ingresos que obtiene de su gimnasio y al bono mensual que le otorga la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) por haber sido campeón del mundo en 1978, el nacido en Chacabuco mantiene una vida tranquila, alejado de las cámaras y los flashes.




