SIETE MOTIVOS POR LOS CUALES VIAJAR ES BUENO PARA LA SALUD

La ciencia lleva décadas estudiando este fenómeno, y los resultados confirman lo que muchos ya sospechaban: viajar es bueno para la salud.

Viajar mejora la salud.

Romper con la rutina tiene efectos positivos inesperados para el organismo. No se trata solo de descansar o conocer nuevos lugares, sino de cambios más profundos que se producen cada vez que salimos de nuestro territorio habitual.

De hecho, la ciencia lleva décadas estudiando este fenómeno, y los resultados confirman lo que muchos ya sospechaban: viajar es bueno para la salud, literalmente.

REDUCE EL ESTRÉS DE FORMA CUANTIFICABLE

Los niveles de cortisol, la hormona asociada al estrés, disminuyen drásticamente a los pocos días de comenzar una aventura. De hecho, el efecto no es inmediato: el primer día, todavía llevamos con nosotros las tensiones del trabajo y las obligaciones. Pero al tercer o cuarto día, el cuerpo comienza a liberar esa tensión acumulada.

Despertarse sin alarma, caminar sin rumbo fijo, comer cuando se tiene hambre y no porque lo diga el reloj. Estos cambios aparentemente sencillos modifican nuestro sistema nervioso. Organizar una escapada puede ser más fácil de lo que uno cree: con solo consultar las opciones de pasajes en micro, se puede empezar a planificar sin grandes complicaciones logísticas.

MEJORA LA CAPACIDAD COGNITIVA

Enfrentarse a situaciones nuevas obliga al cerebro a crear diferentes conexiones neuronales. Además, leer mapas, descifrar señales en otro idioma, calcular conversiones de moneda o simplemente decidir qué camino tomar activa partes del cerebro que permanecen medio dormidas en nuestra rutina diaria.

La neuroplasticidad se potencia especialmente cuando viajamos, momento en el que el cerebro debe reorganizarse en respuesta a información nueva y desconocida. No es necesario viajar al otro lado del mundo: incluso un viaje a una ciudad vecina genera suficientes estímulos nuevos para mantener el cerebro activo y flexible.

FORTALECE EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

La exposición a nuevos entornos, bacterias y climas sirve como una especie de entrenamiento para las defensas del organismo. Por supuesto, esto no significa que uno deba enfermarse constantemente, sino simplemente que el sistema inmunológico se volverá más adaptable y fuerte.

Otros factores que contribuyen a ello son los cambios de altitud, temperatura y humedad.

AUMENTA LA ACTIVIDAD FÍSICA SIN DARTE CUENTA

Caminar 15.000 pasos en un día de turismo resulta fácil, casi inevitable. Hacer lo mismo en tu rutina diaria es todo un logro. La diferencia es que, cuando viajamos, movernos no se percibe como ejercicio, sino como exploración.

Subir escaleras hasta un mirador, pasar horas en museos, recorrer en bicicleta calles desconocidas, todo ello se suma sin la carga psicológica del «ejercicio».

MEJORA LA CALIDAD DEL SUEÑO

El sueño suele ser profundo y reparador después de un día tan intenso de viaje. El esfuerzo físico combinado con la estimulación mental produce un agotamiento saludable. No se trata del agotamiento tóxico del estrés laboral, sino de un agotamiento satisfactorio que te invade de tal manera que duermes bien en lugar de dar vueltas en la cama.

La luz natural también desempeña su papel, pasar más tiempo al aire libre sincroniza nuestro reloj biológico, lo que mejora los patrones de sueño incluso al regresar a casa.

ESTIMULA LA CREATIVIDAD

Alejarse de lo familiar abre espacios mentales que la rutina mantiene cerrados. Cuando nos encontramos en un nuevo contexto, las ideas fluyen de forma diferente. La razón por la que los escritores y artistas de todo tipo viajan es por este efecto: la inspiración llega cuando el cerebro no está ocupado resolviendo los mismos viejos problemas. Regresamos con nuevas perspectivas sobre situaciones que hasta entonces parecían estancadas.

FORTALECE LOS LAZOS SOCIALES

Viajar juntos en familia o con amigos crea recuerdos compartidos que actúan como un «pegamento emocional». Pasamos años contando y volviendo a contar historias de viajes, construyendo un archivo común de experiencias que fortalece las relaciones.

Cuando se viaja solo, las interacciones con desconocidos también pueden resultar igual de útiles. Hablar con los lugareños, compartir historias con otros viajeros o simplemente observar diferentes dinámicas sociales amplía la empatía y las habilidades sociales.

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