La avalancha de récords -en el S&P500 y el Nasdaq- creció rueda tras rueda indiferente a la trifulca en Washington. La economía luce bien, aunque se desacelere en el margen. La fragilidad anida en el mercado de trabajo. ¿Qué hará la Fed?
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El «shutdown» no perturbó el paso de los toros.
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Empleo, servicios e inflación
Las encuestas de actividad -que difunden regularmente ISM y S&P Global- aportaron una visión panorámica sobre la marcha de la producción y el empleo, y la fortaleza de la demanda marginal y las presiones inflacionarias, muy valiosa ante la ausencia de datos oficiales. En el sector de servicios -el más pujante de la economía-, el informe PMI de ISM registró una actividad estancada en septiembre. Su nivel no se distingue significativamente del alcanzado en mayo y julio. A su vez, confirmó la contracción del empleo, una tendencia atribuible “a una combinación de postergación de contrataciones y dificultades para encontrar personal calificado”. Lo único que crece con fuerza son los precios, que ya llevan 100 meses de continua expansión.
Wall Street no vuela a ciegas
¿Qué hará la Fed? De momento, el debate interno prosigue con intensidad. Los defensores más ardientes del celo antiinflacionario -quienes aceptaron la baja de tasas de septiembre en paz- llevan la voz cantante. Pero se sabe que son minoría y no impedirán otra rebaja. Prevenir es mejor que curar, es el lema tácito actual. Y una aspirina no curará la anemia laboral. La falta de información por culpa del «shutdown» aumentará la incertidumbre y también la inclinación a la precaución del banco central. Si la data escasea y no puede tener la última palabra, será el mercado de bonos el que deba pronunciarse. Y la merma de las tasas largas de esta semana es un guiño favorable.
Wall Street no vuela a ciegas. Su audacia sabe de los afanes de la Fed por despejar los riesgos en ciernes. Y confía en la pujanza de la inteligencia artificial y sus enormes planes de inversión. Quizás esa confianza no calibre los peligros de manera apropiada. Jeff Bezos, por ejemplo, cataloga la bonanza como una “burbuja industrial”. Esto es, la tecnología es real y reportará beneficios para la sociedad. Aunque quizás no para los accionistas. Por eso interesa la firmeza del Russell 2000, la canasta de las compañías pequeñas, que recién la semana pasada consiguió superar su cotización “tope” de 2021. Esta semana fue el índice que más trepó: 1,7% versus 1,3% del Nasdaq y 1,1% del S&P 500 y el Dow Jones. Su apuesta es muy simple, desligada de cualquier revolución en la frontera tecnológica. A saber, que la economía esquive la trampa de una recesión y logre extender la duración del ciclo expansivo. Y que la baja de tasas que impulsa la Fed pueda continuar -y mejorar los flujos de caja de las «small caps»- sin que deba revertirse por culpa de una inflación fuera de control. Es el esquema más básico imaginable. Y era la pieza faltante para completar el mercado bull. Resucitó el canario en la mina de carbón, pues, y quiere silbar más fuerte.



